Me senté en la vereda
de aquella calle vacía
y empecé a contarlo todo
hasta que me robaron el celular.
No me preguntaba,
pero como me escuchaba.
Lo se porque no me respondía.
Cayeron mis lágrimas,
mientras ardía mi corazón.
Le dije que era con el alma
que la amaba mi vida.
Aún así sin celular,
sin importarme el importe
del costo del celular,
seguí contándoselo.
Le conté que escribía,
solo para aplacar
en algo este dolor,
que me trae sombras,
que oscurece mis dias
y me acongoja el alma.
Se lo conté todo, todo, todo.
y le pedir perdón por amar así.
Le pedí que me ayudara
a desaprender y ha olvidar;
porque aún no podía superarlo.
Se lo conté todo aún sabiendo
que lo sabía todo también.
Se lo conté que siempre
me preguntaba que haría.
Le conté que este dolor,
se había agigantado
y que ésta humilde humanidad,
no sabe soportar ni superar,
la ansiedad, ni la angustia.
Le conté que no sabía otra,
solo escribir lo que siento.
Que no me ayudó
ni el psicoanalista
ni siquiera el coach.
Que me desvelo y la extraño,
que miento que estoy bien
y que me perdone
por tamaño pecado.
Le conté además
que no logro remendar
las roturas del alma.
Le conté y aunque sé que lo sabía,
que había arriesgado la vida,
en el afán de borrar su imagen
de la mente que solo tiene ideas
de como escribir su dolor.
Todo se lo conté únicamente
a Dios para que me ilumine;
para que me bendiga,
para que me de la calma,
para que me aliviane el peso
para que me ayude.
Se lo conté todo en privado,
acerca de este corazón fugitivo;
para darle un destino a este amor
y para robarle el karma
a ese ángel cruel.
Se lo conté todo
buscando ser mejor que antes.