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jueves, 1 de octubre de 2020

Te fuiste en tu ley


Tus ojos se asomaban a los míos y miraban mi alma,

que me enseñaste a caminar en tiempos tempranos,

agarrando con la tuya y muy fuerte mi mano 

para que yo no me soltara aún en la calma.

 

Tú mujer dulce que me amabas muy fuerte,

me conducías por senderos luz y verdes valles,

y me salvaste un día la vida. Más hoy quiero verte,

y oír tu voz que con mi mente hoy volví a traerte.

 

Te marchaste en tu ley dejando huella,

inculcando motivos para que no me rinda;

creaste en la oscuridad una gran centella,

con ejemplo y lucha fuerte, señora Arminda.

 

Fuiste el abnegado amor, que prodigaba abrigo,

fuiste la fuerza que me impulsaba y el amigo

que me felicitaba o reprendía cuando debía;

te fuiste sin decir adiós. ¡Hay madre mía...!

 

Me dejaste en ángulo nadir mirando al cielo,

fue sorpresa y profunda tristeza tu partida,

pena, llanto, lágrimas, dolor y desconsuelo

más en mi pensamiento la sombra a mi ceñida.

 

Son mis promesas una enorme deuda  contigo,

de hacer cada día la gloria al terminar la jornada

odio a la muerte, parte de la vida y la maldigo,

la vida no es montar bicicleta, solo es una charada.

 

Autor: Camisa

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