Después de tiempo, volví a sentarme
bajo el árbol, lugar donde un día
se rompió el dique que contenía
el cristalino rocío de los ríos
y mares de mi alma.
Sí. Fui a recoger mis pasos, antes de partir,
del lugar que mucho y tanto hizo sufrir
al deshuesado músculo que siente el alma,
que te quiebra y activa ríos y mares.
Sentí la herida, pero no lo vi noche,
como la noche de aquel día.
Era de día y sentí nuevamente la daga
de su traición y dolorosa partida.
Senti la lluvia tibia como se resbaló
por la gravedad en los surcos de mi rostro,
Volví a sentir lo que en la noche
de aquel doloroso día sentí.
Volví a recordar que además diome
un beso en el rostro de despedida,
cual besos que Judas dió a Jesús.
Me vació el alma, me sacudió el cuerpo,
y rompió en mil pedazos este corazón,
que hoy parchado, remendado, pegado
y demás; vive a duras penas
y a pesar de todo la tiene aún dentro de sí.
Un amor verdadero, fuerte e inocente
que creyó en las versiones de sus ojos,
en la piel de las manos y en los besos
de su sonrisa que encerraban la mentira
y que fueron la daga que atravesó
este sentimiento invisible y transparente.
Autor; Camisa
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