Enrredé mis manos en sus cabellos,
y susurré su nombre con pasión
envuelto en miel y en fuego se entregaba
cual manjar divino de los dioses.
Me adentre en los mares profundos
de la tersura íntima de su piel
convirtiendo mi fantasía en realidad.
Respete todos sus deseos y súplicas,
pues sobraron los besos y caricias
en el encuentro de ambos mundos
y revivió éste cristiano moribundo.
Volamos juntos hacia el cielo,
tocando el fuego del sol que no quema,
pero que nos hace transpirar;
toque su alma y ella la mía,
todo eso en la tarde de aquel día.
La amé con mi piel y con el corazón
la amé por fuera y también por dentro;
la ame con el alma que ella revivió.
Renací, cual ave fénix y volví convertido
como Edmond Dantes de A. Dumas
entre sus gemidos y sus espasmos.
Autor: Camisa
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