Me hiciste notar valiente, al aceptar con pena tu partida;
y aunque en mi tristeza lloré cuando te burlaste de mi
verso
me di cuenta que tenías un corazón de alcantarilla y perverso
que preferiste dejarme herido y permanente moribundo en vida.
Te fuiste en mi dolor y mis lágrimas no pudieron retenerte,
tal vez ni recuerdes que te suplique que conmigo te
quedaras,
que llore en tu pecho cual corazón desangrándose en vida
y cual puñal al alma que te causa hasta la oscura muerte.
Hoy no te extraño y es el dolor que hace que no desee
verte,
y si me extrañas, ojalá al que elegiste fuerte lo
abrazaras;
para que piense y crea que es a él a quien realmente tu
amas;
más sé que en silencio y por dentro con tu mente me llamas.
Tampoco deseo saber las cosas por la que te fuiste y me
dejaste,
prefiero sigas lejos de mí, ahora que ya no siento tu
ausencia
no quiero saber jamás nada de ti ni sentir ahora tu
presencia;
me acostumbre sin ti y a no ver el parque donde me besaste,
aquel día con los ojos abiertos, en que tal vez ya
planeaste
o tenías tal vez en ti el cuchillo o puñal a tu ser bien
asida.
Para clavármelo en tu momento tal vez predilecto o elegido,
o escuchando alguna una canción antigua o de Rio Roma,
cómo me cambiaste la vida u otro tema preferido
de tu cambio de vida y dejando entrever que todo fue broma.
Que tengo la lluvia contenida desde que te marchaste,
y hoy claramente podría ser un aluvión en Trujillo,
y aunque fue fatal y lacerante la herida que causaste
estoy como el junco para totorales en Huanchaco y con
brillo.
Autor:
Camisa
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