En este frío lecho de hospital vacío,
mi cuerpo se apaga, lento y sin aliento,
pero fue mi alma la que murió aquel día
cuando tu amor se desvaneció en el viento.
Lloro en silencio; mis lágrimas son ríos
que inundan la nostalgia de lo que fuimos,
y cada suspiro, cada quejido,
es un eco de tu nombre que aún grito.
Recuerdo aquel día; lloré en tu pecho,
cuando tu traición quebró lo que creía eterno.
Me abrazaste fría, con promesas vacías,
dejando en mis manos el peso de tu adiós.
Mi corazón, enfermo de recuerdos,
se ahoga en la ausencia que dejaste.
Vivo solo en la sombra de tus pasos,
esperando la muerte que nunca llega.
Ya no siento el dolor físico, es vano;
el tormento está en el alma al acecho,
donde tu partida enterró mi esperanza
y dejó mis días sin luz ni consuelo.
Si la muerte viene, será solo un alivio,
pues ya no hay vida en este ser marchito.
Te extraño tanto que me desvanezco,
enfermo de ti, rendido en mi desvelo.
Autor: Camisa
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